jueves, 22 de julio de 2010

ADIOS AL ÚLTIMO PATRICIO CONSERVADOR



TUNJA. Julio 17 de 2010. Intervención del senador Jorge Hernando Pedraza en el sepelio del doctor Julio Barón Ortega."Convocados por el insondable designio divino estamos aquí, pesarosos y con profundo dolor, para rendir tributo de afecto a quien durante su existencia fuera ardoroso defensor de sus convicciones, luchador infatigable, excelso académico, líder combativo, amigo leal, boyacense auténtico, patriota decidido, símbolo de unidad familiar y caballero a carta cabal. Así era Julio Barón Ortega.
Si bien, el ejercicio de la política primó en su existencia, él incursionó también y dejó profunda huella de su pensamiento y acción como militar, diplomático, periodista, poeta e historiador.
De la milicia aprendió que debía estar a la vanguardia. Por eso, siempre dio la cara, puso el pecho y habló claro en impetuosas luchas por sus convicciones. En ello se erigió como auténtico guerrero. Claro que todas sus batallas fueron en sentido moral. Peleó para lograr el imperio de la verdad, para hacer primar el valor de la justicia, para procurar el bienestar de su comunidad. Era un combatiente de tiempo completo. Cuando no estaba en el fragor de la plaza pública o en los foros de debate, desde su estudio arremetía con artículos de prensa o con documentadas y contundentes investigaciones históricas dirigidas a corroborar sus argumentos en sonadas contiendas intelectuales.
Luchaba de frente por sus ideas y creencias porque en su carácter se amalgamaban el coraje, el arrojo y el valor. De ahí que no temía enfrentar a quienes atentaban contra sus principios e ideales. Por su puesto, su actuar estaba enmarcado en preciadas herencias de sus mayores: la moral católica y la ética pública. Esas fueron las bases sobre las cuales se constituyó en muro de contención frente al proceder de sus adversarios.
Pero, Julio Barón tuvo unas querencias del alma que ahora se lleva a la tumba: su Güicán, su Norte de Boyacá, su Partido Conservador, su Boyacá, su Tunja y, por supuesto, su familia.
Güicán, que lo vió nacer, lo marcó con su sangre. Sin duda, el ejemplo del cacique Güicaní, quien prefirió llevar a su tribu al sacrificio antes que verla sometida por el invasor español, determinó su firme y recia personalidad. Ah, su protectora: la Virgen Morena de Güicán, que hoy abriga su féretro, dándole calor para enrutarlo a la presencia del Creador.
El Norte de Boyacá, con su geografía agreste y sus hombres intrépidos, impregnaron su ser de pundonor y tenacidad.
El Partido Conservador, si bien es cierto fue su principal campo de batalla, también fue la razón de su vida. Julio Barón entendió que el orden sigue y seguirá siendo el fundamento del bienestar. También comprendió que el ejercicio de este principio permite que la sociedad se conserve en su esencia y se organice mejor para mantener sus fines. Es así como entendió que el pensamiento Conservador, que tiene como uno de sus principios rectores a la ley, busca preservar las instituciones por considerar que son justas y correctas. Esto cautivó desde joven a quien, en representación del Partido, fue concejal, diputado y Representante a la Cámara. Además, siempre destacó la importancia de que el Conservatismo promoviera el cambio gradual y no estuviera de acuerdo con las transformaciones violentas porque estas sólo generan baños de sangre, anarquía, ruina y caos. Obviamente, lo entusiasmó el que esta colectividad, más allá de lo puramente político, tuviera mejores respuestas para lo social.
Al Partido le dio todo. Nunca se apartó de este. Estudió su pasado, escribió su historia, padeció las derrotas, disfrutó las victorias. Hizo allí toda su carrera: comenzó desde la simple militancia y llegó hasta su cúpula directiva. Le cantó con poesía. Lo vivió, lo sintió. Dio duras batallas para vivificarlo y para defenderlo de quienes lo atacaban. Promovió sus principios y nunca se avergonzó de los mismos. Siempre sintió orgullo por su colectividad, tanto que lo insertó en el himno Conservador de Boyacá, al expresar: “Ser boyacense es un honor, pero mucho más hermoso siendo Conservador”.
El Partido, a su turno, reconoció su valioso aporte, exaltó sus calidades personales, políticas e intelectuales, lo condecoró y le tributó homenajes que, desde luego, nunca podrían compensar su entrega y mística. Es por ello que la colectividad lamenta hoy esta pérdida y siente en lo más profundo el gran vacío que deja en su interior Julio Barón Ortega.
Por Boyacá, su departamento del alma, trabajó sin cesar, dedicó gran parte de su existencia aportando esfuerzos para la solución de problemas sentidos y reclamando la ejecución de obras de beneficio social y, por sobretodo, exigiendo un trato justo para el que fuera escenario de las victorias durante la Campaña Libertadora.
Para Tunja quiso lo mejor. Aquí residió la mayor parte de su vida. Aquí murió. Su amor por esta ciudad fue entrañable y lo plasmó en acciones, lo mismo que en memorables páginas de prosa y poesía. Ahí queda el gran legado de su obra, de su intelecto.
La Estrella Nacional fue su refugio y trinchera periodística durante muchos años. Allí plasmó su pensamiento e informó con veracidad.
Fue ejemplo de unidad familiar. A su esposa y a sus hijos se entregó sin reservas. A su adorada Margarita, su inseparable compañera y a sus hijos Elsa, Julio José, Sergio, Margarita, María Eugenia, Claudia, Juliana, Ángela, Ruth, Darío, Sandra y Martha, a sus hermanos, a sus yernos y nueras, a sus nietos, les presentamos en este doloroso momento nuestras condolencias.
Pero, claro, las academias de Historia y la Asociación Nariñista han perdido a uno de sus miembros más connotados. Allí, con lucidez, se batió en los últimos años de su vida.
En lo personal debo agradecer la amistad que me prodigó, su vinculación al equipo político que tengo el honor de liderar, su apoyo incondicional, su voz de aliento, sus consejos oportunos y acertados. Fueron muy enriquecedoras las conversaciones que tuve con él. Su experiencia, su visión política, su sensibilidad social y su espíritu crítico aportaron mucho al trabajo que adelantamos en Boyacá y en el país.
Afligidos despedimos, entonces, a un hombre de bien que luchó por sus ideas y por el bienestar de sus congéneres.
Se va un buen ciudadano, un gran valor, ejemplo digno de auténtico boyacense. Tal vez el último patricio del Conservatismo. Adiós a este Patriarca de la política".